José Luis Álvarez Santacristina, "Txelis": Religión y violencia.

José Luis Álvarez Santacristina [alias Txelis]Txelis pasaría por haber sido un miembro más de ETA de no ser por una serie de detalles en su biografía que delatan una cierta coherencia interna. De entre ellos lo que hace que sea para mí una figura especialmente interesante es la vinculación que en él existe entre violencia y religión. Algo que se deja notar no sólo en el título de su tesis en teología, "Paz y violencia en José María Setién e Ignacio Ellacuría”, sino también en la vinculación que estos dos conceptos han tenido a lo largo de su vida.
Aparentemente la violencia representa lo contrario a la religión. Aunque hay religiones que dejan un cierto margen a la violencia y aunque lo que va asociado a las religiones (cruzadas, guerra santa, justificaciones de dominación, etc…) haya ocasionado muchas de las mayores desgracias y de las más violentas a lo largo de la historia de la humanidad, lo cierto es que la religión tiene entre sus objetivos fundamentales el de buscar la unión. El cristianismo puede centrarse en la comunión con los demás mientras que el budismo puede hacer más hincapié en la conexión con uno mismo (algo que, por cierto, va parejo al objetivo del psicoanálisis), pero siempre está de fondo el objetivo de superar la distancia entre el propio yo y lo demás. La violencia, en cambio, camina en dirección contraria porque separa. Así, la discordia que se da en la guerra de Heráclito, necesita de una cierta reciprocidad constante de fuerzas para que no se desmorone el Kósmos. A mi modo de ver, curiosamente, mucho de lo más genuino de la religión procede de la propia violencia. Los psicólogos han observado el mismo fenómeno, aunque generalmente de una manera más superficial. Desde esta perspectiva han podido ver como, por ejemplo, existe una relación directa entre los sufrimientos de los niños y su disposición a aceptar afirmaciones que no tengan sustento en la razón. Precisamente la religión busca dar un salto más allá de la razón para alcanzar lo que ésta no le permite y para ello se alimenta tanto de argumentos no racionales (la fe, por ejemplo) como de la emotividad (vinculada al sufrimiento). A causa de este último motivo no resulta extraño que en el mundo religioso haya una especial afinidad y empatía con las personas que más sufren.
Violencia y sentimiento religioso comparten pues, en buena medida (aunque no la única), una fuente común, el sufrimiento. Lo decisivo aquí es la elección interna que haga la persona que se vea en estas circunstancias para optar por devolver el sufrimiento como violencia o, por ejemplo, proyectarlo en la religión. En el caso de Txelis parece que, si atendemos a que en su juventud llegó a cursar hasta tercero de teología en el seminario de San Sebastián, sus primeros años discurrieron más de la mano de la religión. Sin embargo en Santacristina confluye el interés religioso con la preocupación social. Si atendemos a la distinción que José María Castillo hace en “Espiritualidad para insatisfechos” entre espirituales y sociales para referirse a las dos grandes tendencias dentro de los cristianos habría que orientar a Txelis en una mayor convergencia con los sociales. Lugar en el que, en el caso de Santacristina, se une la preocupación social y el marxismo. En este punto es cuando el camino de la violencia se puede sentir legitimado. No hay más que ver lo que ha sucedido con el EZLN para comprender cómo el espíritu combativo tan frecuente en la izquierda fácilmente acaba derivando en lucha armada. Txelis optó por ese camino, seguramente pensando (al igual que Ellacuría) que no es posible para una persona realizarse como cristiano si no existen un mínimo de condiciones sociales y que, además, la liberación social pasaba por la liberación nacional al encontrarse él inmerso en el contexto vasco. Sin embargo, y aunque Santacristina parece encontrarse bastante identificado con los postulados de la Teología de la Liberación, hay que tener en cuenta que ninguno de teólogos destacados pertenecientes a este grupo ha defendido nunca el camino de la violencia. Se adivina en Txelis que este estadio le llegó más a través de las vivencias, que del camino intelectual paralelo que tuvo mientras pertenecía a ETA. El asesinato de Miguel Ángel Blanco parece marcar en él el punto de no retorno para abandonar la violencia y condenarla.
A estas alturas creo ver un cierto paralelismo entre la historia de vida de Santacristina y la novela de Jack Higgins "A prayer for the dying” (Réquiem por los que van a morir). El protagonista de esta novela, Martin Fallon, es un miembro del IRA que decide dejar la lucha armada después de que un atentado fallido terminase con la vida de varios niños. Teniendo en cuenta que de una organización terrorista, por motivos obvios, no se puede salir tan fácilmente, Fallon termina siendo perseguido tanto por el IRA, que busca matarlo, como por la policía. Mientras tanto aprovecha el pretexto de verse obligado a merodear una Iglesia para buscar sin esperanza el perdón de sus pecados y el alivio en la religión. Paralelamente el sacerdote también se encuentra vinculado a la violencia ya que, tras un juvenil paso por el ejército, renuncia a las acciones armadas. Sin embargo, ante la indignación por lo que sucede en su parroquia, acaba por traicionarse a sí mismo y vuelve a ejercer la violencia.
Bien, una cosa es la ficción y otra la realidad. Ambas deben de ser tomadas en su justa medida. Sin embargo en ambos casos resulta llamativo que la actitud cambia mediante las vivencias, y no mediante las justificaciones intelectuales a favor o en contra de la violencia. Existiría pues un umbral de violencia a partir del cual una idea ya no legitima los actos de la persona para ella misma. Realmente esto sucedía también en los campos de exterminio nazi. Los altos mandos comprobaron que no era posible realizar asesinatos masivos sin que un porcentaje importante de sus propios soldados acabasen con fuertes secuelas psicológicas o completamente incapacitados. Es por esto que se buscaba minimizar en lo posible el contacto entre víctimas y verdugos durante y después de su ejecución.
Aunque la vida intelectual de Santacristina es muy larga, y ya incluye una tesina en filosofía dirigida por Víctor Gómez Pin sobre Wittgenstein, no resulta casual que su tesis en teología lleve el nombre de “Paz y violencia en José María Setién e Ignacio Ellacuría”. Obviamente Santacristina es un hombre que se halla perseguido por la pregunta que circunscribe los dos conceptos mencionados en el título. Como dije antes, Ellacuría defendía la imposibilidad de ser cristiano si las circunstancias socioeconómicas no lo permiten. Visto la ineludible vinculación social con la espiritual no queda otra que preguntarse, entre otras cosas, cómo posibilitar el cambio y si el medio puede justificar el fin.

Nota 1: Aunque el artículo es mío hay que tener en cuenta que buena parte de la información que conseguido sobre Santacristina procede de internet. Por lo tanto se hace necesario mantener un cierto margen de duda respecto a la veracidad de todos los datos.

Nota 2: Soy consciente de lo ominoso del pasado de Santacristina y del odio que todavía genera. Sin embargo recuerdo que no son admisibles insultos ni descalificaciones gratuitas sobre ninguna persona.

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El odio irracional contra la religión

odio a la religión

Creo que este tema resulta especialmente relevante porque supone un reflejo de cómo está constituida la sociedad de hoy en día y de la percepción que se tiene de lo que es la religión. A continuación describiré un par de ejemplos que sirvan para ilustrar un poco esta situación y después intentaré buscar algunas explicaciones que justifiquen en alguna medida lo que sucede.
Desde que comencé este blog, que como su nombre indica pretende estar centrado en la Religión, he ido notando una serie de cambios en la actitud hacia mí de muchas personas. La diferencia queda más clara porque antes ya hacía otros blogs de distinta temática, con lo que tengo un antes y un después para cotejar las percepciones de lo que hago. Quizás una de las más llamativas sea la de Santiago Sánchez-Migallón (La máquina de Von Neumann). Hace aproximadamente un año comenté en su blog y por su propia cuenta decidió enlazarme mi blog de filosofía (una amabilidad que debo de agradecer). Debido a una serie de circunstancias mi blog dejó de ser funcional y tardé seis meses en recuperar todo exactamente como estaba. Para entonces Santiago había eliminado el enlace, ya que seguramente habría comprobado que el blog que enlazaba ya no existía. Hace una temporada, cuando de nuevo volví a pasar por su blog, ya contaba en mi perfil con este blog de religión. Pese a que mi blog de filosofía volvía ser funcional, y era absolutamente idéntico al anterior, Santiago omitió enlazarlo. Aunque mi finalidad no era buscar el enlace, después sí que caí en la cuenta que el “arrastrar” un blog de religión era definitivo para que el mismo blog de filosofía fuese aceptado o no. Curiosamente Santiago tiene enlazado, por ejemplo, http://educayfilosofa.blogspot.com/ aunque la religión (y no justamente para menospreciarla) acapare un porcentaje muy alto de ese blog. Imagino que el razonamiento que seguiría Santiago sería algo así como: “Educación”, bien la educación es positiva; “Filosofía”, bien la filosofía también es positiva; el blog que enlazo ya ni hace falta leerlo. Conmigo debió de seguir un esquema mental parecido a este: “Veamos que hay por aquí…uhm, blog de Religión. No, no, la religión es muy mala, así que no se puede apoyar nada que venga de esta persona. Quizás me suene de algo ese blog de filosofía, pero ya que el autor debe de creer en el infierno que se pudra allí con él.”
Y el caso de Santiago no es el único. El mismo repudio o mayor hostilidad lo he podido sentir en muchas otras personas. Aunque la actitud de fondo es la misma (todo lo que tenga que ver con Religión es malvado) la intensidad de la respuesta que dé cada uno depende bastante de su educación y de su propia agresividad. En este sentido la reciente respuesta de Antipensador supera el nivel de Santiago en mal educación e intolerancia. En cuanto vio un asomo de no-menosprecio (ni siquiera digo defensa de lo religioso) parecieron saltársele todos los plomos y, aparte de soltar toda la “mala baba” que pudo, corrió a sacar el enlace que tenía a mi blog de filosofía en un lugar preferente de su blog. Como para mí es una historia repetida ya no puedo sorprenderme mucho, aunque sí me entristece comprobar lo intolerantes que llegamos a ser las personas.
Pero no es que solamente sea ya un “apestado” entre los ateos y los muchas veces mal autodenominados escépticos (así se disfrazan a menudo los ateos para parecer más ecuánimes). Es que soy igual de apestado o más entre la mayor parte de los defensores de la religión. Defensores que, por cierto, ideológicamente suelen pertenecer a la derecha política (y no justamente a la menos conservadora). En este caso se encuentra Miguel Blanes Coll, que bajo el loable esfuerzo de dedicar su blog a San Francisco de Asís, no dudó en calificarme a mí y a Jaume Santandreu como siervos de Satán. Literalmente dijo: “El diablo confunde corazones” refiriéndose a la vida de Santandreu y a mi actitud respecto al tema.
Si estas actitudes me las encontrase siendo adolescente y en la realidad (no en el mundo virtual de los blogs) es posible que me resultasen dañinas. Hoy en día ya no tanto, más que nada me dejan perplejo. Pero como soy de la opinión de que para este tipo de temas hay explicación, intentaré lanzarme a buscar alguna clase de respuesta a esta situación.
Lo que me resulta más llamativo es la desproporción entre el estímulo (la malvada religión) y el efecto (las críticas, generalmente infundadas y sin conocimiento de causa, mezcladas con una rabia más o menos contenida). Pienso que este detalle resulta especialmente revelador. Intentaré explicar su funcionamiento con una sencilla comparación.
Existe otra situación en la que la respuesta es desproporcionada al estímulo y que funciona de manera análoga al odio de los “antirreligiosos”. El odio que en Estados Unidos se ha tenido al antiguo y mal llamado comunismo no procede únicamente de una rivalidad, de un sistema de valores distinto, o del miedo a una guerra atómica. Procede que los norteamericanos han creído ver amenazado su dios, el dinero. Aunque la moralidad de aquel país presente a Dios situado en otros lugares, lo cierto es que en lo que creen verdaderamente la mayor parte de los norteamericanos es en el dinero. De hecho, y no sin razón, Saramago describió al centro comercial como el sustituto de los antiguos templos religiosos tradicionales. La persona media ha interiorizado que lo que se puede “ser” en la vida, depende de lo que se puede “tener” y lo que se puede tener dependerá en última instancia del dinero que se pueda conseguir. Entonces el dinero, o mejor dicho el “concepto de propiedad”, se torna en algo elevadísimo e intocable sin que haya necesidad de que alguien lo declare así. Al interiorizarlo de esta manera la idea adquiere tintes religiosos porque ya no hablamos de algo normal, hablamos de algo “sagrado”. Sagrado en cuanto que resulta intocable para un determinado orden de valores. Desde esta perspectiva comprenderemos que el ser humano sigue siendo un “animal religioso” que, por más que en ocasiones no quiera verlo así, sigue estructurando la realidad de la misma forma.
Las respuestas desproporcionadamente agresivas contra la religión tienen uno de sus orígenes en esta última característica, la divinización de algo para lo que la religión supone una amenaza. En este caso el objeto a divinizar puede ser fácilmente la ciencia. La ciencia, que al colocarla en un pedestal, se torna en un dios omnipotente que presuntamente será capaz de explicar lo inexplicable. Porque la ciencia, en el sentido moderno, no es más que la progresión de la lógica de Aristóteles y de fundamentos tan simples como su principio de no-contradicción. En efecto, la ciencia, al igual que la razón (al menos como es entendida en occidente) se fundamenta en que una afirmación y su negación no son posibles a la vez. Como diría Aristóteles o A, o no-A. Pero la lógica Aristotélica no es la única lógica existente. Por ejemplo, bajo la “lógica paradójica” (empleada en Oriente y también por algunos pensadores occidentales como Heráclito o Marx) puede darse el caso de que algo sea a la vez A y no-A. Naturalmente esto resulta más complicado de entender para los occidentales ya que somos más dados al pensamiento escindido, a la racionalización que prescinde de su objeto. Una buena prueba de los problemas actuales de la ciencia es que en la época contemporánea la ciencia se encuentra continuamente con paradojas que no puede resolver, y esto es porque pretende abarcar más de lo que los desarrollos del principio de no-contradicción pueden asumir. El que lo científico se vea impelido a abarcar más de lo que puede situándose en un papel que no le corresponde se debe al empuje de la ideología. Esta ideología ha terminado por colocar a la ciencia al nivel de un mito, el mito de la omnipotencia, de que será el maná que ofrecerá todas las respuestas. Y como mito que es no se diferencia tanto de otros mitos (la religión, la razón, etc…). Lo peculiar de la ciencia es que, con esa ideología que se ha formado a su alrededor, además de tornarse en un Dios, también funciona acorde a fines bastardos. Por ejemplo, la fantasía de la técnica. Es decir, cualquier cosa que pueda ser construida debe de construirse. No importa que no sea necesaria, o sea contraproducente. Como está extendida la idea de que la ciencia y el progreso son beneficiosos entonces debemos de realizar todo lo que sea realizable. Y por este camino se han construido las mayores herramientas para asesinar personas, por el puro placer de construirlas.
Pero lo exagerado de la respuesta antirreligiosa no procede únicamente de que la religión suponga una amenaza para algo que interior y silenciosamente también ha sido sacralizado. Obviamente hay muchos más factores que inciden en que las personas sientan un odio irracional a cualquier alusión. En Occidente la Iglesia católica lleva unos cuantos cientos de años ganándose a pulso ese odio. Aunque sería largo de tratar podría decirse que la Iglesia, lejos de parecerse al mensaje original que debió de inspirarla, ha ido degenerándose a medida que transcurrían los siglos, hasta el punto de que en la actualidad es una institución de prohibiciones que busca afirmarse a base de negar en lugar de afirmar. Ya dijo Foucault que la mejor forma de controlar a una sociedad es controlar su sexualidad. No es de extrañar que buena parte de las objeciones puritanas de la Iglesia Católica terminen en esta dirección. Teniendo en cuenta que en este sentido la escisión de la Iglesia Católica con la sociedad se ha abierto progresivamente durante siglos y exponencialmente después de la condena del uso masificado de anticonceptivos que aconteció a mediados del siglo pasado, no es de extrañar que la sola mención de su nombre provoque los mayores odios. Después llegan las típicas confusiones de pensar que la Iglesia representa a todo el cristianismo y que, por lo tanto, lo que es malvado en sí es el cristianismo y, por ende, el resto de las religiones.
Tampoco termina en problema del odio a la religión en el cristianismo. La religión, o mejor dicho el uso bastardo de la religión, ha funcionado muchas veces como elemento de poder y de control. Así que si queremos tener la razón, nada mejor que tener a dios de nuestra parte, y si queremos enfrentarnos a alguien, nada mejor que situarlo en el bando contrario a dios. En este sentido se constituye en una aparente legitimación absoluta y funciona exactamente igual que el mencionado ataque a la propiedad privada. En ambos casos se produce una respuesta con una rabia inmensa porque se siente que lo atacado está dentro del margen de lo sagrado. Es lo mismo que lo sagrado sea la ciencia, la razón, la propiedad privada o cualquier tipo de dios. Comprendiendo este fundamento veremos lo cómodo y “conveniente” que resulta trasladar los conflictos al nivel religioso. Si un país en el que mayoritariamente se profesa el cristianismo tiene intereses económicos enfrentados con otro en el que se profesa mayoritariamente el Islam, nada mejor que trasladar el conflicto al nivel religioso. Después de todo odiar y temer a lo que es distinto a nosotros es uno de los recursos más manidos de la historia de la humanidad.
Lo que yo no puedo entender es que alguien consagre su vida a ser anti-nada. Para empezar porque se le da un grado de credibilidad a lo que uno pretende oponerse. De hecho si no se cree en algo no hay necesidad de demostrar su no-existencia. La gente que no cree en los marcianos no elabora complicadas respuestas para refutar su existencia, simplemente lo ignoran (algo que no le sucede a la mayor parte de los “antirreligiosos”). Pero, sobre todo, es simplemente absurdo hacer un proyecto vital en torno a la negación de algo.
Ser ateo no es tan fácil como decir que no hay dios y se acabó el problema. Lo que sucede es que bajo el disfraz del ateísmo muchas veces (afortunadamente no siempre) se oculta gente que simplemente busca eludir afrontar el sentido de su vida para refugiarse en algo bastardo, algo que frecuentemente está estrechamente vinculado a lo material. Resulta pues sorprendente que entre muchos ateos exista un cierto espíritu de “rebeldía” y liberación frente a la religión. Para empezar porque, casi por definición, es complicado rebelarse contra nada estando en el bando de la mayoría. Y para seguir porque esta rebeldía no es más que una emoción sin contacto con la realidad. Rebelarse contra las barbaridades asociadas a la religión para encontrar el sentido de la vida, por ejemplo, en el consumismo es algo que conduce a ninguna parte.

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Jaume Santandreu, el cura "gay", y Can Gazà.

Jaume Santandreu cura

Jaume Santandreu es una persona atípica. Bastaría con presentarlo como habitualmente se le conoce, “el cura gay”, para darse cuenta de que los caminos por los que ha discurrido su vida no han sido los habituales. Es obvio decir que está proscrito y marginado por la Iglesia católica. Más que por motivos teológicos por una cuestión de escándalo, que es lo que no soporta la Iglesia ya que atenta contra su situación de poder. No hay que olvidar que hay más sacerdotes con la misma orientación de Jaume, sólo que ellos no han salido del “armario”. Para Santandreu, en cambio, esos tiempos pasaron hace mucho. Teniendo asumida su condición de marginado el declararse tal como es no le supone ninguna pérdida, por el contrario le permite afrontarse a sí mismo con más dignidad.Santandreu comprendió hace mucho su situación de víctima y como tal entendió que su lugar está, sobre todo, con los de su condición, los marginados. Como el mismo Santandreu dice “Yo me he acercado a los marginados porque soy un marginado.” Y precisamente aquí está la valía porque, de la misma forma que un psicólogo no puede ayudar verdaderamente a sus pacientes si no sabe ver en sí mismo los problemas que ellos padecen, un marginado no puede ser ayudado por alguien que no se sienta también marginado. Santandreu resumen esto diciendo “tú no puedes ayudar a un marginado desde arriba”, lo que viene a ser similar a cuando Jesús predicaba que el que quiera ser el primero deberá de ir al último lugar. Precisamente “arriba” es el término adecuado porque el no estar al mismo nivel, aparte de no permitir comprender verdaderamente la situación, otorga una posición de poder. Las vinculaciones entre el poder y el mal son grandes y sinuosas.
Ser marginado es una condición peculiar y distinta de la de excluido. Mientras que los últimos no entran para nada en el juego, los primeros se ven obligados a mantenerse en los bordes. Son la prueba del fracaso de la sociedad y ella misma los repudia como el que ha equivocado y prefiere torcer la cabeza para no admitirlo. Incluso la sociedad puede conseguir provecho de las personas a las que marginó porque no le servían o porque, siguiendo lo que ella predicaba, destrozaron sus vidas y con ello su capacidad de producir para el sistema. Ahora son unos avisos mudos. Están ahí para recordarles a los que se mantienen dentro de la sociedad lo que puede acabar siendo de sus vidas si no caminan por los márgenes marcados.
Ser marginado es una de las formas de entrar en la pobreza y los pobres “molestan” les demos limosna o no (Nietzsche). Esto es así porque interpelan a nuestra humanidad. No es posible pasar ante un pobre (en cualquiera de sus formas) y salir con la humanidad personal indemne. Pero los pobres y los marginados no son lo que parecen, tienen la virtud de mostrar a las claras lo que es la condición humana. La incertidumbre, la carestía, lo precario…. a fin de cuentas, el que todos somos igual de fracasados porque a todos nos espera la muerte como destino. Es por esto que en los pobres se refleja más claramente la condición del ser humano y, por lo tanto, suponen la verdadera ilustración y ejemplo en la vida (“los últimos serán los primeros” [Mt 20,16]). De la opulencia, en cambio, no suele nacer nada positivo. Los objetos materiales suponen una tentación para el espíritu y el exceso de ellos (Marx) fácilmente puede derivar en corrupción. Mientras en las ricas sociedades occidentales se vive con miedo (a menudo miedo a perder las posesiones), en el mundo de los pobres no puede haber temor a perder lo que no se tiene pero sí que puede haber un camino para que aflore la esperanza.
Santandreu decidió hace años fundar Can Gazà con el sentido que tiene en la actualidad, el de ayudar a los marginados. Una iniciativa que nació también desde la marginación (y no me refiero únicamente a la de la Iglesia). De la misma forma que el protagonista de “Bendición de la tierra”, la novela de Knud Hamsun, Santandreu se vio obligado a dar un paso al frente para construir desde cero y con sus propias manos algo que tuviese sentido. Un lugar en el que los marginados pudiesen recuperar en alguna medida la dignidad que la sociedad les negaba.

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De la religión matriarcal a la patriarcal en el Enûma Elish

Poema Enûma Elish

En torno al año 3000 a.C. sucedieron una serie de cambios políticos y sociales que tendieron a situar a la mujer en un escalón inferior al tiempo que el hombre ocupaba el puesto de preeminencia. Esto también quedó reflejado en la nueva situación de la religión que comenzó a desplazar a las figuras que representaban a la “diosa madre” para sustituirla por los nuevos dioses masculinos. La inversión también se refleja en el poema Enûma Elish al describir la rebelión de los dioses viriles contra la gran madre que gobernaba el universo, Tiamat. Básicamente la trama consiste en que estos dioses masculinos unen sus fuerzas para vencer a Tiamat y colocar en su lugar a Marduk. Éste demuestra su valía pasando la prueba que se describe en las siguientes líneas.

Entonces pusieron un traje en el medio;
A Marduk, su primogénito, dijeron:
-Ciertamente, ¡Oh señor!, tu destino es supremo entre los dioses,
manda “aniquilar y crear” (y) será hecho

La palabra de tu boca aniquile el vestido;
¡manda otra vez, y el traje será entero!
Él mandó con su boca y el traje fue destruido.
Y mandó nuevamente, y el traje estaba entero.
Cuando los dioses, sus padres, vieron la eficiencia de su verbo
Se alegraron y rindieron homenaje (diciendo):
“¡Marduk es el rey!”

Aquí se refleja al hombre ejerciendo la función creadora que hasta entonces estaba únicamente reservada a las mujeres. Si ellas podían dar vida, el hombre era estéril e incapaz para ello. Sin embargo el poema refleja la forma en que el hombre consigue emular esta capacidad femenina mediante la creación (simbolizada por la palabra). Comienza así una nueva cultura y religión patriarcal en la que el concepto de diosa queda relegada y reemplazada por la idea de un dios masculino.
Todo esto resulta especialmente relevante porque el cristianismo (al igual que otras religiones mayoritarias) ya tendrá los cimientos necesarios para presentar un gran dios que será exclusivamente masculino. En este punto hay que recordar que el dios masculino presentado en la Biblia también crea el mundo mediante la palabra.

Nota 1: Artículo vinculado. "El problema del mal en la historia del pensamiento: 1- El mito del Enûma Elish".
Nota 2: la imagen corresponde a un fragmento de los textos del poema Enûma Elish.

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San Juan Bautista y Jesús de Nazareth: Pecado Vs. Sufrimiento.

San Juan Bautista y Jesús de Nazareth

Aunque la respuesta de Xabier Pikaza a la pregunta que intenté describir en la entrada anterior me sigue pareciendo globalmente pésima (aunque sí amable), tengo que reconocer que, al menos en una parte, dio en el clavo. En este apartado Xabier describía mi orientación con la pregunta como similar a la postura de Juan Bautista, o lo que es lo mismo orientada hacia el pecado. De hecho uno de mis blogs (“Un misántropo”) ha terminado funcionando principalmente en esa dirección (aunque no haya sido mi voluntad consciente), la de la crítica del pecado.
Resulta claro que el Bautista y Jesús funcionaban por patrones distintos. Lo principal es que para Jesús la preocupación principal era la de aliviar el sufrimiento mientras que lo que a Juan Bautista más le molestaba (y por tanto más combatía) era el pecado. En cuanto al problema del mal esto supone una orientación hacia el mal moral, mientras que Jesús quedaría orientado hacia el mal físico. Como profeta que fue Juan sus constantes denuncias le terminaron costando la vida en cuanto alcanzaron a Antipas, que fue el que ordenó ejecutarle mientras se divertía y buscaba complacer a su novia con la cabeza del profeta (Mc 6,14-29). Por este rasgo hizo Jesús el mayor de los halagos a Juan diciendo que “entre los nacidos de mujer no ha surgido uno mayor que Juan Bautista” (Mt 11,11) pero prontamente también Jesús añadió en seguida: “pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él” (Mt 11,11). De la interpretación de estos dos pasajes podría deducirse que lo que se pretende mostrar es que el reino de Dios es superior y diferente a lo que se muestra en el Antiguo Testamento.
Pero la diferencia entre Juan y Jesús no terminaba aquí. Mientras que Juan era un asceta, Jesús se mostraba receptivo respecto a todo el mundo. Por eso Juan “se presentó en el desierto predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados” (Mc 1,4; Lc 3,3). Este cariz se puede ver en la parábola de los dos grupos de niños jugando en la plaza del pueblo (Mt 11, 16-17; Lc 77,32) Jesús compara a Juan con un entierro mientras que él se identifica con una boda. Si atendemos a una de las interpretaciones más extendidas habrá que asumir que la parábola proviene del mismo Jesús y el comentario también. Esta parábola marca el antagonismo que se da entre la alegría de una boda y el luto de un entierro y, de igual manera, este modo de ser de ambos se extendía también a sus respectivos discípulos. Mientras que los de Juan ayunaban (como buen precepto asceta), los de Jesús no lo hacían. Así pues, si seguimos el Evangelio de Juan, sería que Juan no era luz, “solo testigo de la luz” (Jn 1,8). Esto significa pues una radical diferencia en cuanto al conocimiento de Dios.
Como la meta de Juan es acabar contra el pecado sus sermones suelen ir dirigidos contra los pecadores, de los que además no tiene problema en referirse a ellos como “raza de víboras” (Mt 3,7; Lc 3,7). Así pues el objetivo de Juan es la conversión, pero la conversión de los pecados (Mc 1,4; Lc 3,3) para que, eliminando los pecados que cometemos los seres humanos se pueda eliminar el pecado del mundo. Juan estaba tan obsesionado con el tema del pecado que a cada grupo de pecadores le decía en concreto lo que debían de hacer para salir del pecado (Lc 3, 10-14). En cuanto a esto podría verse una cierta similitud con la Halajá judía.
Juan entendía el pecado como una forma de comportamiento que desataba instantáneamente la ira de Dios (Mt 3.7-Lc 3,7) y esto lógicamente acarreaba que el Dios de Juan debía de ser vengativo. Así pues, en este sentido, el Dios de Juan es más próximo al del Antiguo Testamento que al de los Evangelios ya que lo humano queda relegado a un segundo plano al ser lo fundamental eliminar la “mancha” que ofendía a Dios. En este sentido se podría decir que sería un precedente de la teoría agustiniana del pecado original que dominó el pensamiento cristiano hasta más allá de la Edad Media.

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La pregunta que hice a Xabier Pikaza. ¿Un blog no puede tener independencia?

Xabier Pikaza

Acabo de asistir a la segunda conferencia de la serie de tres que está impartiendo Xabier Pikaza. El primer día no pude quedar más encantado con todo lo que escuché. Aunque sorprendentemente no se centró en la parte religiosa Xabier supo hacer un inteligente análisis de cómo el sistema ejerce su propio poder sobre las personas para deshumanizarlas haciendo que se esfuercen por algo ajeno a ellas para terminar alienándolas de su propia realidad. Con las explicaciones de Xabier demostró, no sólo inteligencia para comprender la realidad como pensador, sino también sensibilidad para entender los vericuetos y múltiples engaños que utiliza el sistema para lograr sus fines. Cosa que además supo desarrollar tanto para los tiempos de Jesucristo como para la actualidad.
Mi disposición para el segundo día no podía ser pues mejor. Me hallaba encantado con lo que acababa de escuchar y estaba relativamente ansioso por atender a la siguiente conferencia. Xabier decidió comenzar la conferencia aludiendo a su blog de Religión Digital (tiene otro en otra plataforma) con el motivo de informar de que lo fundamental de lo que estaba hablando lo estaba colgado en este blog de Religión Digital. Pero no sólo esto, también aprovechó para mencionar los sucesivos ataque de “trolls” que ha recibido y sigue recibiendo que, bajo el anonimato de cualquier nick o seudónimo, irrumpen en los comentarios con el único ánimo de molestar y crear confusión.
Tengo que decir que a estas alturas volvió de golpe a mi cabeza un tema que tenía totalmente olvidado, el de las “irregularidades” de Religión Digital. Sentí tal indignación (sobre todo al pensar que bajo esos “trolls” podrían caer las personas que había denunciado los casos de pornografía) que, pese a estar en la primera fila del público, me costó seguir atendiendo al resto de la conferencia hasta esperar la tanda de preguntas. Una vez que tuve la ocasión fui el primero en preguntar e inevitablemente tuve que renunciar a cualquier pregunta sobre la parte religiosa en beneficio de esta cuestión. Aproximadamente (si no recuerdo mal) la pregunta que le hice a Pikaza fue: ¿Cómo es posible que después de que ayer hayas demostrado tanto conocimiento y sensibilidad para comprender cómo el sistema explota a las personas hoy publicites tu blog en la plataforma de Religión Digital (apoyando implícitamente con ello lo que allí se hace) sabiendo lo que allí ha sucedido con la pornografía sexista y sabiendo que clona sin permiso el blog de José María Castillo?
La respuesta de Pikaza comenzó por buen camino porque relacionó acertadamente lo que yo estaba diciendo con la perspectiva de Juan Bautista. Es cierto que Juan Bautista estaba primordial y principalmente preocupado por el pecado. En este sentido, y como también respondió correctamente Xabier, el Bautista hubiese rechazado de lleno cualquier implicación con algo de lo que tuviese alguna certeza de ser más o menos “sucio”. Hasta aquí llegó la parte que a mi juicio me pareció correcta. Sin embargo las explicaciones y justificaciones siguientes creo que ya no lograron la misma altura y terminaron en confusión o en algo parecido a la tradicional falacia de ignoratio elenqui.
Teniendo en cuenta que la orientación de Jesús (centrada en aliviar el sufrimiento) no es la misma que la de Juan Bautista (centrada en eliminar el pecado) se podría suponer que habría un margen de respuestas lógicas que explicasen el mantenimiento de su blog en Religión Digital (así como la reciente publicitación implícita). Es verdad (y esto lo digo yo) que Jesús convivió y trató por igual a gente de toda clase y condición, cosa que incluía dejarse perfumar por mujeres o convivir con pecadores evidentes. Sin embargo la convivencia de Xabier con Religión Digital (a la que él mismo tachó de ser lo “peor de lo peor” de la más rancia derecha) queda justificada según él en que no hay nada con lo que nos podamos relacionar que se encuentre absolutamente “limpio”. Así pues, y como en algún lado hay que hablar, Xabier no ve mayor inconveniente en expresarse en un sitio de estas características. Aludió a otras plataformas en las que se expresan personas de distintas clases vinculadas a la religión y terminó diciendo que, más o menos habría siempre algo para objetar en todas partes. En este momento le respondí que José María Castillo (por ejemplo) se mantenía alejado de cualquier grupo de blogs y habla desde la independencia que le puede dar escribir por cuenta propia. Creo que o no me supe explicar o Xabier entendió mal mi respuesta porque la suya fue que a él nadie le había puesto límites sobre lo que tenía que decir y que únicamente había unos “robots” de la plataforma que eran los que se encargaban de censurar una serie de palabras clave. Es más que tampoco le pagaban por hacer el blog. Pero es claro que el tema que yo mencionaba no era este. No pretendía dudar de que Pikaza pudiese hablar de lo que quisiese (aunque ya puestos tengo mis sospechas de que, por ejemplo, pudiese arremeter regularmente a Religión Digital desde un blog de su propia plataforma). Mi comentario se refería a que Castillo, al decidir escribir en un blog alejado de cualquier plataforma, no necesitaba saber si estaba vinculado a la pornografía sexista o a cualquier tipo de copia ilícita porque directamente no está asociado con nadie. Una posición que parece moralmente más clara. Sin embargo Xabier no quiso o no pudo contemplar esta posibilidad y, aunque dijo que en alguna ocasión pensó en mantener un dominio propio por simplemente diez euros al año, finalmente no ha encontrado una motivación clara para hacerlo.
A estas alturas, quizás porque mi tiempo intervención y réplica pudiese haberse estado extendiendo demasiado, Pikaza decidió zanjar el tema y pasar a preguntar si había más gente que quisiese hacer otras preguntas. También he de decir que una vez hubo finalizado la conferencia Xabier tuvo la amabilidad de acercarse a mí para seguir comentándome o explicándome el tema. En esos momentos comenzó a hablarme sobre el aprecio que sentía por Castillo y sobre algún tema más de los blogs de Religión Digital que, la verdad, no pude comprender en qué sentido se refería al interrogante que yo planteaba. Tristemente al poco fue requerido para ir a la librería del edificio a firmar libros. Si Xabier supo ver el día anterior que el avión que le traía a esta ciudad lo podía llevar gracias a que así Xabier servía al sistema, parece que el sistema lo siguió requiriendo por el “camino de la librería”. Por supuesto lo puedo comentar pero no tengo nada que objetar, seguramente yo también habría acudido a esa cita si estuviese en su lugar.

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Hans Küng - crítica de un teólogo a Benedicto XVI: Carta abierta a los obispos.

Hans Küng

Recientemente se acaba de publicar una carta del teólogo Hans Küng que va dirigida a los obispos. En ella se hace un balance de los cinco años de pontificado del actual papa Benedicto XVI al tiempo que se indican los temas sobre los que se debe de trabajar.
Debido al especial interés de esta carta abierta aprovecho para reproducirla a continuación.
Estimados obispos,
Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.
Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.
Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.
Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:
- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.
- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.
- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.
- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.
El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.
Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.
Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.
Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.
Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.
1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!
2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.
3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.
4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.
5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:
6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.
La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.
Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

Traducción: Jesús Alborés Rey.
Fuente.

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Charlas de José María Castillo (teólogo): 3ª "El Evangelio y los Derechos Humanos" (28 de Enero del 2010)

Jose María Castillo

Se muestra aquí, íntegramente y en vídeo (una hora de duracción), la última charla de esta serie de tres conferencias que ofreció José María Castillo. Corresponde al día 28 de enero del año 2010. Este día tuvo la peculiaridad de que el tiempo que quedó asignado a las preguntas de los asistentes fue algo mayor que el de los dos primeros días y quizás estuvo aquí el motivo de que alguna de las preguntas fuese en un tono más distendido.
En este turno de preguntas me resultó especialmente llamativo el comentario que hizo uno de los asistentes aludiendo a la “confesión” de Castillo del día anterior sobre los años en que padeció dos depresiones. Si bien es cierto que fundamentalmente resulta encomiable que una persona tenga el coraje de revelar algo que no todo el mundo es capaz de confesar, también es verdad que al mismo tiempo ello parece hacer suponer de forma colateral un pequeño atisbo de vanidad. No porque fuese así originalmente, sino porque quizás la situación de “privilegio” de un orador no hace que sea un lugar idóneo para pronunciarse de esta manera. En cuanto a esto lo negativo vendría de que implícitamente se da a entender que los sufrimientos padecidos por el ponente fuesen más relevantes que el del común de las personas. Estoy seguro que ésta no fue la intención de Castillo, pero quizás su modo natural de hablar pudo hacerle olvidar su situación de orador. En este sentido, no sólo Castillo impartió lecciones con sus palabras y su ejemplo, quizás también pudo obtener otra pequeña lección respecto a este tema por parte de su interlocutor (segundo vídeo, minuto 17 aprox.). Después de todo siempre debemos de encontrarnos en disposición de aprender de cualquier persona.

Parte 1

Sobre la conferencia, que tuvo como título “El Evangelio y los derechos humanos”, hay que decir que buena parte de lo citado en este día procede del libro “La Iglesia y los derechos humanos” escrito por el propio José Mª. Sin olvidar que resulta casi imprescindible la lectura del libro para una mejor compresión de este tema hago a continuación un pequeño resumen de la conferencia. Como todo lo citado se encuentra en los dos vídeos incluidos en esta entrada cualquiera que lo desee puede terminar aquí la lectura del artículo y pasar a visualizar los vídeos sin temor a perder nada de lo que allí se dijo.

Parte 2

En opinión de Castillo los derechos humanos son, desde un punto humanitario y jurídico, el logro más importante de la modernidad. Además de que tal como se encuentran en la declaración universal aprobada por Naciones Unidas del diez de diciembre de 1948 (entonces declaración de intenciones y no documento jurídico) no son otra cosa que la formulación laica y prolongación lógica del espíritu del Evangelio. Incluso se puede decir que en algunas cuestiones van más allá del Evangelio. No es esto así porque en el Evangelio se plantee una ética más superficial, sino porque se concreta en cuestiones fundamentales que afectan a la vida de los seres humanos.
Esta declaración no parte de la nada ya que tiene sus raíces en el S. XVIII. Incluso se podría decir que sus orígenes son anteriores a la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano que hizo la Asamblea Nacional de Francia en 1789 ya que en la constitución de Estados Unidos cuaja una primera formulación que se concretiza en el primer modelo inspirador. Finalmente, después de innumerables resistencias (especialmente por parte de la Iglesia), esta serie de esfuerzos se ven plasmados en la declaración de 1948. Lo característico de estas aspiraciones de igualdad, dignidad y derechos es que ha ido creciendo en los seres humanos desde la Ilustración produciendo un doble fenómeno. Para empezar es una aspiración creciente ya que abarca cada vez más campos (se invocan como motivo para la gestión económica, jurídica, etc...) y, en segundo lugar, se da el proceso de que a medida que crece la estima de los derechos humanos decrece de forma proporcional el interés por la Iglesia.
Castillo tiene el convencimiento que los que los Derechos Humanos tienen una clara inspiración Evangélica. Es por eso que no ha sido casualidad que la formulación definitiva se haya realizado bajo el influjo de la tradición cristiana en Occidente. De igual manera la primera constitución norteamericana estuvo decisivamente influenciada por el pensamiento cristiano. Lo curioso es que cuando este movimiento reivindicativo de los Derechos Humanos comienza a cuajar en 1789 es el papa Pío VI el que tiene un pronunciamiento contrario a causa de que percibió en esta formulación una amenaza al derecho divino y alegó que los derechos humanos no se pueden sobreponer a este derecho divino. Desde entonces la Iglesia dejó de lado este tema a base de ignorarlo al tiempo que diversos papas hacían declaraciones contrarias a lo que quedaría establecido en la declaración de los Derechos Humanos. Ya León XIII (1810-1903) había dicho que la desigualdad entre los seres humanos es por voluntad divina, es decir que Dios quiere que seamos desiguales. Pio XII, dos semanas después de la aprobación de la declaración de los derechos humanos, no hizo mención en el tradicional discurso de Navidad. Con Juan XXIII comenzó a verse un cambio de posicionamiento al ser el primer papa comenzó a hablar de este asunto y luego Pablo VI y Juan Pablo II también mostrarán actitudes más favorables pero los pactos previos a la declaración de los Derechos Humanos, que fueron firmados por los miembros de Naciones Unidas y por los Estados asociados, no lo fueron por la Santa sede. De hecho siguen sin firmarlos hasta el día de hoy, como tampoco se ha firmado las más de 115 declaraciones, convenios y protocolos sobre derechos humanos. Únicamente se ha llegado a suscribir una mínima proporción que se sitúa en torno a un número de trece o catorce. Por ejemplo, no ha firmado la prohibición de la pena de muerte, la prohibición de la tortura, la prohibición de los genocidios, etc… Esto es así porque todos se basan en la igualdad de dignidad y derechos de todos los seres humanos, mientras que la Iglesia católica ha hecho una teología contraria a estos principios. Por ejemplo, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres e incluso dentro de la Iglesia no existe igualdad ni entre los mismos hombres (en este caso estarían los clérigos que tienen unos derechos y una dignidad que no tienen los laicos). Termina pues siendo evidente que no se sabe contemplar la distinción de las diferencias entre las distintas personas y, por el contrario, se aprovecha esto para justificar las desigualdades. A causa de eludir esta máxima la moral que se propugna desde el catolicismo (por ejemplo respecto a lo que debe de ser la familia) no es la misma que se puede concluir desde los postulados de Naciones Unidas. Así sucede que no existe una igualdad de dignidad y derechos para los divorciados como para los que no lo son; para los homosexuales como para los que no lo son, etc… Al tiempo que también existen una serie de “intereses inconfesables”. Éstos son de tipo económico, como pueden ser los privilegios concedidos por algunos Estados. Un ejemplo de este caso se dio cuando Juan Pablo II, pese a hablar contra la pena de muerte cuando visitó Estados Unidos, no suscribió los convenios firmando contra ella ni quiso referirse a sí mismo con sus peticiones. Para este caso el motivo simplemente sería que era sabido por Roma que un posicionamiento así sería impopular en Estados Unidos y, por lo tanto, les crearía problemas. De similar manera existen otros “intereses inconfesables” referidos al tema de la enseñanza, en la manera de entender la familia, en la manera de entender la moral,..
Todo esto viene arraigado en la particularidad de ser un Estado que tiene la Iglesia. El papa, además de ser dirigente religioso es también jefe político, y ello acaba desembocando en que la Iglesia haya terminado acabando por organizarse bajo la estructura de una monarquía absoluta. Esta estructura volvió a quedar nuevamente remarcada cuando el 22 de febrero de 2001 el papa Juan Pablo II aprobó una constitución que dice que el sumo pontífice posee la plenitud de potestad sobre los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) que desde Montesquieu quedaron diferenciados y que además son la base del Estado de derecho. Sin embargo para el Vaticano estos poderes se encuentran reunidos en una sola persona, cosa que hace imposible una situación a la altura de un Estado de derecho. En este sentido los cristianos son como los “sin papeles”, ya que tienen que callarse porque ni siquiera pueden poner una denuncia con la situación existente.
Si todo esto se puede decir de la relación de la Iglesia había los laicos, de igual manera podemos ver una relación similar en el interior de Iglesia católica que también se haya al margen de la concesión de derechos. Se puede observar al leer los siguientes cánones:
En el canon 331 queda establecido que el papa tiene una potestad plena, absoluta, inmediata y universal. Es decir, como monarca absoluto tiene todo el poder y, por lo tanto, la relación que podrá establecer el resto de la población se hará conforme a la sumisión y no respecto al derecho.
En el canon 333 (párrafo tercero) se declara que no cabe apelación contra el papa. Esto le permite, por ejemplo, deponer a un obispo en cualquier momento sin necesidad de dar ningún tipo de explicaciones.
Bajo el canon 1404 queda ratificado que el papa no podrá ser juzgado por nadie. Con ello se va cerrando cualquier posible amenaza contra su autoridad absoluta.
Finalmente, en el canon 1172, queda establecido que el que recurra al Concilio Ecuménico o al Colegio Episcopal pidiendo apoyo en contra de una decisión del papa debe ser castigado, Un castigo que será siempre un tipo de censura y que concretará en la excomunión, en la suspensión (si es un clérigo), etc..
Por todo esto una institución en la que se predican los mandatos y no los derechos genera necesariamente una conciencia sumisa. Lógicamente con estos fundamentos la libertad se contempla como un peligro y termina por hacerse frecuente el fenómeno de las “dobles vidas”.

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