Sin querer menospreciar el sentido religioso del concepto de Dios creo que paralelamente es posible observar rasgos que reflejan el origen antropomórfico de una idea tan universal como esta. La base está en las ideas universales de padre y madre que, si bien no son fácilmente discernibles, se podrían asociar generalmente a una polaridad que tendería a estar orientada a una serie de valores. Para un padre se puede presuponer la tendencia a tener más capacidad para guiar, para dirigirse según normas, para ir hacia lo exterior, etc… Para una madre podríamos pensar en una mayor capacidad para dar seguridad, para desarrollar la empatía humana con los otros, etc…. Naturalmente este tipo de valores no se encuentran habitualmente tan claramente diferenciados ni tan absolutamente polarizados, simplemente son una tendencia. Fácilmente se puede encontrar a un padre que sea capaz de ofrecer seguridad a su hijo en alguna medida o una madre con especial interés por el mundo de las normas. Por buscar alguna imagen que represente alguna dimensión de esta polaridad se podría decir, por ejemplo, que si el padre configura la forma, la madre es el contenido, pero ambos son igualmente importantes y necesarios.
Partiendo de esto podemos pensar que ya que todos hemos sido hijos de alguien (aunque ese alguien pueda ser incluso desconocido) mantenemos siempre en nuestras mentes el concepto de algo superior que de alguna manera tiene capacidad para guiarnos, bien sea en el modo del padre o en el modo de la madre. Este concepto no sólo está en nuestros padres biológicos y/o adoptivos, también lo podemos encontrar proyectados en otras ideas recurrentes, por ejemplo en lo que significan los reyes para un estado. Si bien históricamente el rey es el que de hecho domina un territorio, también es verdad que la relación fluye en ambas direcciones ya que sus “vasallos” suelen sentir la necesidad (espuria o no tanto) de que haya una figura que sea el referente, el dueño, el que “mande”,… y de esta forma el estado no quede huérfano sin saber a quién o a qué pertenece.
Prosiguiendo esta serie también podríamos pensar que la idea de dios puede tener también un origen similar en cuanto al uso de este concepto de guía pero esta vez proyectado hasta sus máximas dimensiones, el todopoderoso. Precisamente denominaciones como el “Altísimo” evocan esa necesidad de fuerza máxima y guía suprema.
Partiendo de esto podemos pensar que ya que todos hemos sido hijos de alguien (aunque ese alguien pueda ser incluso desconocido) mantenemos siempre en nuestras mentes el concepto de algo superior que de alguna manera tiene capacidad para guiarnos, bien sea en el modo del padre o en el modo de la madre. Este concepto no sólo está en nuestros padres biológicos y/o adoptivos, también lo podemos encontrar proyectados en otras ideas recurrentes, por ejemplo en lo que significan los reyes para un estado. Si bien históricamente el rey es el que de hecho domina un territorio, también es verdad que la relación fluye en ambas direcciones ya que sus “vasallos” suelen sentir la necesidad (espuria o no tanto) de que haya una figura que sea el referente, el dueño, el que “mande”,… y de esta forma el estado no quede huérfano sin saber a quién o a qué pertenece.
Prosiguiendo esta serie también podríamos pensar que la idea de dios puede tener también un origen similar en cuanto al uso de este concepto de guía pero esta vez proyectado hasta sus máximas dimensiones, el todopoderoso. Precisamente denominaciones como el “Altísimo” evocan esa necesidad de fuerza máxima y guía suprema.