El Dios de la religión y el de la filosofía: significado y diferencias.

Históricamente la denominación de dios ha tenido múltiples acepciones siendo la más común la de ser supremo que es responsable de la creación del mundo, es decir el dios las religiones monoteístas. A causa de que bajo el mismo término se agrupan ideas distintas las confusiones han sido inevitables. Una de las más comunes es la de mezclar el significado que tiene la denominación “dios” para la religión con el que tiene para la filosofía. Teniendo en cuenta que el instrumento principal de trabajo de la filosofía es la razón este condicionante termina resultando decisivo para saber hasta dónde podrá llevar los desarrollos que se hagan bajo este paradigma y cuáles serán las metas que podrá conseguir. Aristóteles es un ejemplo idóneo para describir el resultado de la búsqueda de dios desde la razón.
Resulta paradójico y sorprendente que bajo el esquema racional de una mentalidad eminentemente lógica como la de Aristóteles se acabe por concluir una idea de dios completamente atea. Esto es así porque el dios de Aristóteles es totalmente indiferente a su obra. Como primer motor inmóvil y causa última de todo movimiento su función termina ahí. Esto no acaba siendo otra cosa que una explicación lógico-deductiva a base de reducir los procesos de causa-efecto hasta el mínimo y, como tal, no deja de ser nada más que una construcción intelectual que margina las necesidades emotivas del ser humano.
Aunque el caso de Aristóteles puede ser de entre los primeros filósofos el más evidente, casos similares y repetidos se han venido sucediendo de forma repetida. Incluso Platón, iniciador de la teología al prolongar la correspondencia de Parménides entre ser y racionalidad, se encuentra en similar situación ya que prescinde de la fe. En su teología natural la razón es soberana y, por lo tanto, los constructos establecidos por ella son definitivos. Se llega a dios desde la naturaleza y es así como se accede a una cosmología que explica, justifica y describe el funcionamiento de la realidad. Debido a esto la imagen de dios es completamente conceptual y metafísica. Curiosamente el pensamiento de Platón supondría el origen de la futura teología cristiana en la que la fe ya juega un papel decisivo al incorporarse ésta a la razón estableciendo una simbiosis entre ambas. Esta magnificación de lo intelectual que cimentó las bases de la metafísica griega llevaría implícita su propia crisis al no poder suplir la significación que aportaban los mitos que había despreciado.
Desde los comienzos de la filosofía ésta ha buscado diferenciarse del mito separando así la parte racional de la emotiva. Este enfrentamiento de la filosofía con el mito, y por ende con la religión, también se debe a que la filosofía pretende ocupar el espacio reservado a la religión como explicación global al instaurar la supremacía del principio de no contradicción que se encontraba supeditado en lo religioso. Así encontramos a Hesíodo haciendo una diferenciación que separa razón (tanto instrumental como filosófica) de lo referente a la religión y a Jenófanes, en el S. VI a.C., contemplando el mito como una invención que moralmente debe menospreciarse. Sin embargo hasta entonces el mito también había servido para dar una explicación global por medio de las teogonías en las que se desarrollaba y mediante las que se creaba una explicación que originaba prácticas rituales que establecían comportamientos definidos. Precisamente es el constituyente emotivo del mito el que le ha permitido inspirar tanto a lo sagrado como a lo profano, tanto a la religión como a la literatura. Es por eso que con la relevancia de la creación artística en los románticos se hace posible una nueva reivindicación mitológica.
El dios de la religión, contrariamente al que postulan los filósofos, busca un “más allá”, un alcanzar lo que la razón no puede aprehender porque traspasa sus límites ya que apela y necesita de la emotividad para realizar sus fines. Además añade el contenido que la razón olvida en las formas que perfila haciendo que ésta cobre la vida necesaria como para permitir optar a conseguir dar significado a la existencia humana.

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2 comentarios:

  1. La relación entre fe y razón al final tiene mucho que ver con las experiencias religiosas y biográficas de cada uno. También con su manera de ser.
    Hay quienes creen sin plantearse el menor conflicto con la razón, bien sea porque no les interesa, bien porque no tienen acceso a la cultura.
    Otros intentan alejar de su mente el problema, por cuanto violenta los principios sobre los que asientan su vida o su visión del mundo.
    Y también están quienes viven intensamente la contradicción y lo enfrentan procurando buscar un camino que permita dar una razón para tener fe y una fe razonable.
    Es un tema muy interesante.
    Saludos.

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  2. No me resulta posible separar fe y razón. Por ejemplo, si tengo fe ¿por qué tengo esa fe?, ¿es genuina?,... un sin fin de preguntas y de dudas que necesitan respuesta se abren al momento. Si me centro en la razón ¿cómo puedo comprender lo que mediante este camino nunca se podrá abarcar?, ¿cómo encontrar un fundamento último y un sentido a la existencia?,... Sólo son unas pocas preguntas con las que intento mostrar que es no es posible apoyarse sobre un único lado.

    Saludos

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