La contradicción del egoísmo y el mal que genera

Coco Robichaux comienza su canción “Work of the Devil” de esta forma: “I seen the work of the devil everywhere I been / The way people do it is a doggone sin / Everybody thinking about themselves / Ain’t got a minute for nobody else” (*). Aunque la traducción de estos versos que hay al final del artículo es algo libre, el mensaje termina siendo claro, y además está desarrollado a lo largo del resto de la canción. Esta descripción abarca todos los ámbitos, ni siquiera los intelectuales o los artistas se libran. Por el contrario, ellos suelen ser los peor parados.
Un intelectual o un artista suele ser una persona perseguida por algún problema que no escoge su destino, simplemente lo afronta o no lo persigue. Afrontarlo significa comprender su problema y consiguientemente comprenderse a sí mismo. Las principales dificultades comienzan en este punto porque es muy fácil caer en el egocentrismo y pensar que lo que uno es y su problema termina siendo lo más importante sobre la faz de la tierra. Si se ha llegado a esta conclusión, bien sea de forma más o menos velada o explícita, la persona implicada podrá poner todas sus energías en potenciar su yo y empleará las mínimas en preocuparse de los demás. Frecuentemente lo disimulará con un mínimo compromiso social, un mínimo de cordialidad, un mínimo de atención…, pero desde luego no un genuino interés por “el otro”.
Curiosamente al artista o intelectual fundamenta su trabajo en la expresión. Será rarísimo ver a alguien que perteneciendo a este grupo no haya mostrado su trabajo a los demás o, cuando menos, no lo haya intentado en alguna ocasión. En este tramo sí que aparece lo que “no soy yo”, lo que es “el otro”, lo que son “los demás”. Pero aparecen sólo en función del emisor, cuentan poco si no se quedan en esta faceta.
La contradicción de esto último es clara. Por un lado existe una imperiosa necesidad de comunicarse con los demás y por otro lado su importancia es ínfima. Lo curioso es que explorar en uno mismo significa explorar en nuestra humanidad, humanidad que es la misma para todas y cada una de las personas. Es decir, que por muy egoístas que seamos, en realidad (lo queramos o no) sustentamos nuestros anhelos en comprender “al otro”, ese otro que tiene la misma humanidad que nosotros tanto nos empeñamos en entender. Entonces, buscar que nuestro nombre perdure en “letras de oro” o buscar que nuestros anhelos se impongan a los demás resulta algo infinitamente ridículo y absurdo. Nosotros somos también los demás. Y no sólo es eso, es que imponerse a los demás significa marginarlos. Marginar una parte de nuestra humanidad y marginar una parte de nosotros mismos. Ortega y Gasset nos recuerda que nuestro yo está unido irremediablemente a nuestras circunstancias, no es posible una salvación individual si la circunstancia no se salva. Lévinas también recuerda nuestra obligación con “el Otro”, el extranjero, la viuda, el enfermo son figuras hacia las que nuestro Yo está obligado. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” se nos dice en el Levítico 19,17. Lo amarás como a ti mismo porque él es lo mismo que eres tú y lo amarás porque lo que ambos sois es algo sagrado. Algo contra lo que nadie está en posición de atentar.
Comprender lo que significa el concepto de amar significa saber que mediante el amor nos unimos a “lo otro”. El amor a nosotros mismos es necesario pero se torna insuficiente e infructuoso si no trasciende. Mediante el amor a los demás salvamos el espacio que nos separa entre todos, nos podemos unir a “lo otro”. ¿Qué sentido tiene entonces buscar imponerse o imponer nuestro trabajo a los demás como tiende a hacer el intelectual o el artista?. Desde luego no es amor hacia el prójimo. Su esfuerzo por comunicarse es vano. Se engaña a sí mismo porque no se comunica ni se transciende, se impone.

(*) Traducción: “He visto la obra del demonio en todos los lugares en los que he estado / El comportamiento de la gente es un maldito pecado / Todos pensando en sí mismos / no tienen un minuto para nadie más”.
Nota: La pintura corresponde al cuadro “Fausto y Mefistófeles” (1840) de Paul Huet.
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7 comentarios:

  1. He leido el post varias veces y no estoy segura de entender,me parece algo absoluto,relamente te parece que todos los intelectuales y artistas son asi?.En cuanto a lo que nos pasa o sea que nosotros podemos llegar a ser el centro de todo es muy comun,que no sea asi es una raridad y tambien simbolo de madurez.Pero una cosa si la tengo clara el "demonio" somos nosotros mismos no ese señor con cuernos y tridente,somos nosotros quienes determinamos que seremos en la vida acorde a nuestros deseos de vivir o simplemente sobrevivir,nosotros determinamos como queremos vivir y si acorde a la fe despues tendremos mucho mas de momento la vida es una y no podemos perder el tiempo con rencores y odios estupidos ,vivamos cada dia como si fuera el ultimo,amemos a todos de manera diferente pero no indiferente y seremos felices.Un saludo

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  2. Aquí ronda el tema de la vanidad que, últimamente, veo que te interesa. Pienso que la única obra pura sería la obra póstuma de alguien que la escribió y la escondió en un cajón sin pretensión alguna de publicarla. Pero esto ocurre pocas veces.
    No sé dónde está la barrera entre el legítimo y honesto derecho de desear compartir algo y el de sentirte el centro del Universo. Quizá, la frontera esté en los medios utilizados para ello; y esto nos retrotrae a posts anteriores. Tal vez, como decía Schopenhauer, la única vía está en que no haya dinero de por medio. Quizá quede algo de vanidad personal pero , al menos yo, tiendo a ser más comprensiva con ese tipo de debilidad que con la mercantilización de la obra artística o intelectual. Saludos.

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  3. María C:

    Creo que en la inmensa mayoría de las ocasiones prima el problema de cada uno en lugar de los problemas de los demás. Quizás habría que tener en cuenta que si alguien no se preocupase absolutamente en nada de sí mismo poco tiempo iba a poder sobrevivir en esas condiciones. Pero es que el lado contrario tampoco es una solución. Lo deseable sería un punto intermedio entre el amor propio y el amor a los demás.

    No es necesario ver el mal o el demonio como algo lejano. Camina a nuestro lado o incluso en nuestro interior.

    Dizdira:

    La vanidad es un tema que me interesa mucho pero en el que no creo que haya avanzado gran cosa. Si todo es vanidad y la vanidad es lo que mueve el mundo entonces es que nada tiene sentido, nada importa. Creer que algo tiene sentido, o que hay una finalidad para lo que sucede, no creo que termine de ser otra cosa que una cuestión de fe. No veo ningún cogito incuestionable. Lo único que creo es que se puede tener fe en lo que hay por delante basándose en buena medida en lo que ya se ha pasado.

    Saludos para ammbas

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  4. bLuEs creo que voy entendiendo algo mas el sentido de tu post,pero quiero precisar algo de lo que decia mi comentario anterior,lo que decia no es que debemos ser "buenos" en el sentido del total desinteres en uno mismo ya que eso no sirve,si yo no estoy bien no puedo ayudar a nadie a estarlo ese es el egoismo que yo considero util,pero no pasarnos la vida encontrando agresiones en todo y en todos en lugar de vivir mirando hacia adelante buscando lo positivo en lugar de lo negativo.Saludos

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  5. Entonces pensamos lo mismo sobre la necesidad del amor propio. Precisamente la generosidad nace de la abundancia y de la salud. Si alguien no se ha podido desarrollar como persona no estará en condiciones de "darse" a nadie.

    Lo curioso del tema es que podría verse el interés por los demás como un egoísmo. Se puede hacer algo por alguien, pero se hace porque satisface a uno mismo.

    Saludos

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  6. Interesante post. A Ortega lo conozco bastante pero de Levinas no he leido nada y creo que me sería provechosa su lectura.

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  7. Gracias. Pienso que tanto estos dos como cualquiera que hable con honestidad de las vinculaciones entre las personas merece mucha atención.

    Saludos

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